JOAQUÍN REYES es cómico, actor, escritor y dibujante. Fecundó hace veinte años ‘La hora chanante’. Después parió ‘Muchachada Nui’, entre otras vanguardias de nuestro humor. Ha sacado su primera novela: ‘Subidón’. En marzo estrenará ‘Camera Café: la película’ y está embarcado en la creación de la primera serie latina de animación para adultos que prepara con HBO.

Joaquín Reyes: “La fama es un mundo hipócrita”

Lleva dos décadas prodigiosas en la palestra del humor. Entre Kandinsky y La Mancha. Un “bufón” con pajarita, hijo de José Luis Cuerda, Faemino y Cansado y los Monty Python. De “el trío de Albacete” a La hora chanante y Muchachada Nui. Sigue en el tajo de la tele llevando el dandismo manchego al sumum de la parodia. Y, entre paletadas de cemento armado, afloran verdades como puños: las que dice un ferviente devoto de las novelas rusas y un enamorado del mid century americano. Sin hueco para las guerras frías. Humanista “de gama baja”, dice. Estudió Bellas Artes y hoy es retratista en 360. Actor: “Antes hacía de tontico, ahora, de gestor”. Reyes es siervo de la comedia con duende. Vanguardista. Todo empieza riéndose de sí mismo, y después, de los pies de foto del Hola y de los aprietos escatológicos. Familiar, con sus noches de bohemia de pinchadiscos y sus credos firmes. Lector. Escritor. Persona sobre personaje. Buenagente punto es.

Fotografías: Patricio Sánchez-Jáuregui.
Fotografías: Patricio Sánchez-Jáuregui.

Nunca sabe uno por dónde le va a salir un humorista un miércoles, a la hora del té, al lado de la Plaza de Quevedo. El Madrid de la sorna no solo está enjaulado en la Gran Vía. Hemos quedado a tomar las aguas vespertinas - él, con gas; yo, del tiempo- con Joaquín Reyes en Perrachica, un oasis verde en Chamberí que sabe a sala de estar y a plató donde se casan todos los ingredientes de la fotogenia.

Nunca sabe uno por dónde le va a salir un humorista en plano corto, porque algunos son tímidos, otros, sosos cuando se apagan los focos; y algunos, ligeramente difíciles en el trato. Todos interesantes y discursivos, claro, con chicha y con limoná, pero, a veces, humanamente esqueléticos, porque han sido devorados por el personaje.

No es el caso.

Asoma el icónico cómico vestido -dice él- como “el muñeco de un ventrílocuo”. Exagera. Estética con personalidad a medio camino entre el dandismo manchego y el nuevo periodismo de Tom Wolfe. Pajarita. Sonrisa sin trampa y sin cartón. Aterriza puntual con sus dos décadas de humor, sus películas, sus historias, su libro y sus ilusiones.

Joaquín Reyes (Albacete, 1974) estudió Bellas Artes y pinta con témperas sobre el carboncillo de la vida misma. A pinceladas de sentido común y antropología innata. No es artista en solitario, aunque tenga su voz propia. Sus éxitos son corales (Ernesto, Raúl, Julián, Pablo, Miguel, Carlos, su mujer, sus hijos, “los que confiaron en nosotros”…) y sus presuntos errores se afrontan en primera persona sin dramas, pero sin la excusa de la comedia.

En una vida de escenarios llena de tomates sin fibras de hipocresía, había que empezar a merendar bebiendo absurdo:

¿Usted es el de “dos tomates y dos destinos”?

Sí, claro. Es, probablemente, mi mejor obra… Mi mejor papel hasta la fecha. Carlos Areces era el tomate transgénico y yo hacía del tomate de toda la vida, con sus imperfecciones, pero con mejor sabor… Esta pieza no la escribimos nosotros. Era para Veterinarios Sin Fronteras de Castilla-La Mancha, pero funcionó de maravilla.

“Dos tomates, uno transgénico y otro campesino, se citan en un bar después de haberse conocido a través de un chat en internet”... ¿Qué es antes: la gracia o el absurdo?

 

El humor que a mí me gusta es el que trabaja el absurdo, porque siempre ofrece un factor sorpresa.

¿Qué porcentaje del éxito de un humorista consiste en haberse reído antes de sí mismo?

Reírse de uno mismo es fundamental. Situarse por debajo es esencial si eres un bufón. Desde esa posición es más fácil decir lo que hay que decir. Una persona que exprese superioridad y autosuficiencia es difícil que haga reír. Es más, lo normal es que caiga mal. Hay cómicos que han utilizado esa vía, pero yo prefiero siempre no tomarme muy en serio y ya, desde ahí, reírme también de los demás… un poco…

“Reírse de uno mismo es fundamental si eres un bufón. Una persona que exprese superioridad y autosuficiencia es difícil que haga reír”

¿La pandemia ha golpeado nuestro sentido del humor?

Creo que la crisis sanitaria ha despertado las ganas de pasarlo bien y disfrutar de la vida. Tenemos ganas de meternos en apreturas, de que nos asobinen, de agobiarnos un poco entre la gente… La sociedad post pandemia reclama la comedia para evadirse de los problemas y pasar buenos ratos. No creo que el coronavirus haya afectado a nuestro sentido del humor. Incluso cuando uno lo pasa mal, acabamos echando mano del humor para sobrellevar los pesares. Por eso suele pasar que la gente se ríe mucho en los funerales. De desahogo. De verdad. A mí me pasó.

¿El qué?

Que, en el funeral de mi padre, después del duelo, me daban ataques de risa. Me dio el pésame un amigo de mi padre, no nos coordinamos bien, y nos acabamos dando un pico…

Si la sociedad post pandemia necesita humor, ¿por qué en el discurso público oficial no está presente este tono y cunden en tribuna gente seria con el ceño fruncido y un discurso agrio de lecciones morales?

Más que la pandemia, lo que más ha afectado a ensombrecer nuestro sentido del humor han sido las redes sociales. Interfieren mucho en cómo se plantea la crítica. Se han convertido en el hampa del insulto y la amenaza… Son una herramienta que todavía no sabemos manejar. Dicho esto, no percibo que en España exista un clima enrarecido de asfixia que torpedee el trabajo de los creadores y los cómicos. La cuestión es que la sociedad ha cambiado y el humor no está exento de críticas.

¿No echa en falta en el discurso público, de vez en cuando, un chiste por parte de un ministro o un chascarrillo acertado desde la tribuna del Congreso?

En el ámbito político, más que un chiste, me conformaría con un poco de amabilidad. Se agradece la gesta a quien es educado con un rival político. Ese tono sí que lo hemos perdido. El discurso político actual está muy enrarecido, también porque hay gente que apuesta por empobrecerlo y tensarlo constantemente.

“Joaquín Reyes” suena a muy real, a Albacete. ¿Alguna vez estuvo tentado de ponerse un nombre artístico?

No. Me llamo Joaquín por un hermano de mi abuela, pero a mis padres no les hacía ninguna gracia. A mí, sí. Y el apellido Reyes es de origen gitano, y me gusta pensar que tengo duende, también…

¿Reyes es monárquico?

No necesariamente. Este apellido era más de la gente que servía al rey, de la plebe, de los siervos. No hay linaje en mi prehistoria.

“Más que la pandemia, lo que más ha afectado a ensombrecer nuestro sentido del humor han sido las redes sociales”

Hace dos décadas exactas del “trío de Albacete”. Usted, junto a Ernesto Sevilla y Raúl Cimas haciendo un humor diferente.

Aquello fue el origen de La hora chanante, donde coincidimos Ernesto, Julián López, Carlos Areces, Raúl Cimas, Pablo Chiapella… Éramos todos amigos, pero aquel programa nos unió. Se estrenó el 2 del 2 del 2002, día de san Marcelino Champagnat.

Y de la Virgen de la Candelaria.

También.

Pocos humoristas duran tanto en estas tablas.

Se nos ha pasado rapidillo. Hemos tenido bastante suerte, porque hemos podido desarrollar muchos proyectos propios. Empezamos en un canal pequeño [Paramount Comedy] donde hacíamos un poco de todo: realizábamos, escribíamos, actuábamos… Eso no era lo habitual en la televisión y nos marcó. Todos hemos podido desarrollar una carrera en solitario, y eso también es peculiar.

Hace quince años del arranque de Muchachada Nui, un programa con impronta que marcó un canon de belleza del humor…

Sí. Digamos que somos la proporción áurea del humor… Por decirlo de una manera humilde… ¡Cómo voy a decir yo que hemos marcado un canon! Nosotros veníamos de José Luis Cuerda, de Faemino y Cansado, de Monty Phyton. El mérito es de la gente que nos contrató y nos dejó trabajar con libertad cuando propusimos otro tipo de humor, con otros referentes, más raro, más friki. Éramos una especie de test para el espectador que rompía muchas reglas de la televisión. Lo hicimos así porque nos gustaba, y salió modestamente bien.   

¿Para imitar a Mick Jagger, Barbra Streisand, Sara Montiel, Michael Jackson, Ángela Merkel o Susana Díaz hay que saber antropología o solo hay que fijarse?

Hago mis parodias con la misma voz y el mismo acento, y eso me quita mucho trabajo. Raúl Pérez, que es un superdotado entre los mejores imitadores de este país, se tiene que trabajar la voz y los gestos. Eso yo me lo ahorro. ¿Tengo la cara muy dura? ¡Ese es otro debate! Yo hago una propuesta más vanguardista que coló en su día y que mantengo. Es increíble que veinte años después siga con estas parodias para El intermedio. Me gusta hacer un retrato del personaje -distorsionado, por supuesto, porque es una exageración- que simule el reflejo ante un espejo cóncavo. Una vez dijo Pedro Reyes que era como si hubiésemos emborrachado al personaje y dijera barbaridades. Pues sí, es eso.

“En mis imitaciones me gusta hacer un retrato del personaje -distorsionado, por supuesto, porque es una exageración- que simule el reflejo ante un espejo cóncavo”

¿Un poco Picasso?

Sí. Además, nosotros no vamos al personaje, sino que lo traemos a La Mancha. Así empezó todo y así es como conseguimos que Madonna hablara con acento manchego e hiciera muchísima gracia. Claro, este efecto era imposible con una peluca mamarracha. Había que apostarlo casi todo al éxito de la caracterización, porque así es como funciona este juego entre la forma y el fondo. Trabajamos desde el principio con Nacho Díaz, que tiene un Goya, y ha conseguido traer a nuestras emisoras a Angela Merkel o a Teodoro García Egea, que son personajes difíciles de reinterpretar físicamente.

Algunos personajes públicos creen que han conquistado la calle cuando son carne de imitadores. Igual has encumbrado a García Egea para siempre, con la que está cayendo…

Y así se me recordará, ¿verdad? [Risas]. Las parodias son una manera de reconocimiento, aunque impliquen siempre algo de burla. Si la persona parodiada se lo toma bien, eso dice mucho de ellos.

He leído que tiene unas 150 imitaciones, que serán más, porque a saber a quién imita usted cuando está en su casa…

Serán bastantes más. Ojo, que a lo mejor hay un récord Guinness y lo estamos pasando por alto… Cuidadito.

¿La mejor?

No sé cuál ha sido la mejor, pero sí sé que me arrepiento de algunas, porque quizá fui injusto y cruel.

¿Sádico, incluso?

Puede ser… Siempre he intentado que mis parodiados tuviesen corazón y algo de ternura, pero con algunos se me fue la mano con los palos…

“Siempre he intentado que mis parodiados tuviesen corazón y algo de ternura, pero con algunos se me fue la mano con los palos…”

¿Les ha pedido perdón?

No, porque a lo mejor ni lo saben... Mejor no remover nada. Cuando haces parodia debes moverte con absoluta libertad, sin pensar mucho en cómo la afrontará la persona imitada. El miedo hay que desterrarlo del ejercicio de la comedia, porque nos paralizaría. En general, la respuesta de las personas imitadas ha sido buena.

¿Se fija usted en los demás solo para pillar lo cómico, lo negativo, lo criticable, o suele quedarse también con lo bueno?

Yo intento hacer un retrato psicológico, aunque dicho así suene un poco rimbombante. Intento expresar los rasgos y las debilidades, sobre todo de su imagen pública. Nunca he jugado con información personal. 

¿Acaba pillando fobia a la imitación de vidas ajenas un imitador profesional?

Es una pregunta que no sé cómo abordar… ¿Me la puedes repetir, que no la he entendido bien?

¿Acaba pillando fobia a la imitación de vidas ajenas un imitador profesional?

Eso habría que preguntárselo a un imitador profesional… No es el caso… A mí me encanta observar a la gente por la calle, en el metro, en el autobús. Soy muy mirón. Nunca me ha dado un ataque de esos de misantropía, de necesitar evadirme de la gente. En general, a mi la gente me cae bien, aunque si estamos mucho rato igual también acabo pillando mis manías… Me gusta escuchar, siguiendo aquello que decía Azcona: que el secreto para escribir buenos diálogos es poner la oreja.

“Soy muy mirón y me gusta escuchar, siguiendo aquello que decía Azcona: que el secreto para escribir buenos diálogos es poner la oreja”

La “España vacía” fue un movimiento que empezó usted, por mucho que califiquen de pioneros a Sergio del Molino o a Daniel Gascón.

Sergio del Molino nos citaba en su ensayo y registró la expresión la “España vacía”, así que no se puede utilizar sin pagar un euro cada vez que la digamos… Nosotros somos manchegos. Nuestra historia es la de cualquiera que se va a la capital a cumplir sus sueños y habla de lo que ha vivido y de lo que lleva dentro.

El sueño madrileño…

Eso es. Trabajamos mucho con el costumbrismo, siempre mezclado con el absurdo, como hacía José Luis Cuerda en sus comedias, o Gila, que en sus piezas de humor gráfico ponía en boca de los paletos reflexiones muy elevadas. Nosotros respiramos de este árbol genealógico.

¿Su estilo humorístico es una mezcla entre Sorolla y Kandinsky?

Me gusta pensar que hemos sido un poco vanguardistas.

En octubre de 2021 sacó su primera novela: Subidón.

Sí, señor.

¿Subidón?

Contento. Disfruté mucho del proceso de escritura. Pensaba muchas veces en el lomo de mi libro entre otros en distintas estanterías. Aunque lo mío y la literatura sea la historia de una vocación tardía, he aprendido a escribir leyendo y escribiendo mucho.

Leo las pastas: “Una novela frenética, desternillante, con un final deslumbrante, sobre la vanidad y la hipocresía en el mundo de la farándula y sobre nuestras dudas más íntimas”.

Tal cual.

¿Cuál es el sumum de la hipocresía de la farándula?

La fama es un mundo hipócrita, porque se construye con muy poca sinceridad. Si la gente nos dice que lo nuestro está regular o mal, nos desanimamos y nos venimos abajo. Solemos mendigar halagos y refuerzos positivos. Muy pocas personas son objetivas y nos juzgan con claridad. Y así se levantan las famas en el mundo de la farándula. No hace falta ser muy sagaz para entender cómo funciona esto. En la novela sitúo al personaje en un momento de éxito real, aunque tampoco desmesurado. Es un buen cómico al que le va bien. Cuento cómo todo aquello transforma su vida sencilla y sus relaciones. Limito la narración al espacio de una semana en la que suceden muchas aventuras entre unas cuantas subidas y bajadas. Hablamos del subidón y del bajón, porque en esta vida el único que puede subir constantemente es Raphael.

E Indurain.

Efectivamente.

¿Cuáles son sus dudas más íntimas?

¿Las mías o las del personaje?

Las suyas, de usted.

Más que dudas, habría que hablar de miedos: a dejar de ser gracioso…

¿A dejar de ser normal?

También. No es fácil no volverse gilipollas. Ese miedo siempre está ahí.

Ha conseguido ser bastante normal.

Más allá de ir vestido como el muñeco de un ventrílocuo, creo que soy una persona muy normal.

“No es fácil no volverse gilipollas. Más allá de ir vestido como el muñeco de un ventrílocuo, creo que soy una persona muy normal”

Vestir así es un gesto de marca personal.

Me gusta este dandismo manchego.

El personaje de su novela se vuelve un cretino.

Seguro que hay momentos en mi vida en que me he comportado como un cretino, pero he intentado después tener algo de perspectiva, porque, al final, mi trabajo es algo que pasará, como todo. Todo esto es muy efímero. Conozco a muchos que se agobiaban por la fama, dejaron la televisión y al día siguiente pasaron al ostracismo del olvido.

¿Miedo a que el público se canse?

También. Y a que envejezca y se muera conmigo.

Nos recuerdan las pastas de Subidón que “tras un gran escritor, siempre hay un gran lector. Y Joaquín Reyes lo ha leído todo”.

Bueno, todo, todo…

Sobre todo, los rusos.

He leído a muchos rusos y mucha literatura eslava. Durante más de una década las leí con frenesí. Mi madre me decía: “Hay personas de otros países que también han escrito cosas, hijo mío”. Todo empezó cuando leí Sashka Yegulev, de Andreiev, en una edición de Espasa Calpe. Me lo compré en la Cuesta del Moyano. Se trata de una novela simbolista que me dejó loco.

Siendo artista, humorista y fan de la novela rusa, ser normal tiene más mérito.

En la literatura rusa hay mucho humor. Dostoyevski, por ejemplo, tiene unos relatos cómicos graciosísimos, como El cocodrilo. Pensamos en los rusos en un contexto de personajes atormentados y dramas existencialistas, que los hay, por supuesto, pero…

Son fríos.

¡Fríos, hasta que empiezan a beber! En la novela rusa también hay mucho amor, de hecho, es el tema principal en todo el arranque del siglo XIX. El carácter ruso está un poco impregnado de drama, porque no son ni europeos, ni asiáticos. Están entre dos mundos. Pero hay mucho humor en los rusos. Mijaíl Bulgákov, el de El maestro y Margarita, tiene una novela que se llama Corazón de perro que es para morirse. Fue la que hizo que Stalin le condenara al ostracismo, porque en ella ridiculiza a los bolcheviques, quizá pensando que no le pasaría nada…

“He leído a muchos rusos y mucha literatura eslava. Durante más de una década las leí con frenesí. Mi madre me decía: “Hay personas de otros países que también han escrito cosas, hijo mío”

Tengo una teoría: los humoristas contemporáneos son los antropólogos del siglo XXI.

Pues gracias… El humor siempre ha sido un retrato de la sociedad. En el humor gráfico de La codorniz, Blanco y Negro, Hermano Lobo o El Jueves se veía claramente como la sátira humorística era una vía para criticar los tiempos y los defectos sociales que tenemos.

Como antropólogo, le pregunto: ¿qué significa que España entera haya estado hablando de tetas a estas alturas del siglo?

Es que la canción de Rigoberta Bandini… Por cierto, supongo que lo de Bandini será por el personaje de la novela de John Fante, ¿no?

Ni idea.

Pues, fíjese, parece que hemos superado algunas cosas, pero no. En esa canción hay muchos temas de los que está bien hablar… Como verá, como antropólogo no tengo respuesta…

¿Qué le hace mucha gracia?

Los juegos de palabras, las bromas físicas y los pies de fotos del Hola, que recogen un humor muy refinado. Me muero con los pedos y el humor escatológico. Me hace gracia la gente que se toma en serio, también cuando soy yo mismo, por eso casi nunca me leo después de una entrevista. Me río de muchas cosas.

¿Quiénes son los ofendiditos y cuál es su sitio en esta sociedad?

No me gusta ese término. Lo de los ofendiditos me pareció una manera de estigmatizar a personas que elaboraban una crítica que, a lo mejor, no estaba mal. Si a alguien se le insulta, se le acosa o se le amenaza por su libertad de expresión, no tenemos nada que hacer. No resolvamos las críticas al humor con etiquetas descalificadoras, porque hay chistes que, efectivamente, están fuera de lugar. El problema es que es imposible el debate sereno y así no se puede avanzar, aunque creo que, como sociedad, no vamos mal. No siento ningún tipo de nostalgia con el humor que se hacía antes. Pienso en 1990 y creo que estamos mejor. Sinceramente.

“No me gusta el término 'ofendiditos'. No resolvamos las críticas al humor con etiquetas descalificadoras”

La nostalgia se está convirtiendo en un tema literario de nuestro tiempo.

No estoy de acuerdo en ese afán de criticar todo lo presente. Esa tendencia pesimista y derrotista de intentar hacernos pensar que vamos a peor no nos lleva a nada bueno. Lógicamente, siempre habrá problemas que solucionar y realidades que mejorar, pero hace falta una actitud progresista, en su acepción literal. La nostalgia alimenta el derrotismo y eso solo da cancha a quienes nos quieren manipular.

¿Es usted un humanista, o no exageremos?

Si digo que soy un humanista, cómo voy a quedar…

Bueno, el verdadero humanismo tiene muchas conexiones con la humildad y la realidad…

Pues sí. Soy un humanista de gama baja.

Quiere que su próxima novela se sumerja en el sugerente mundo del arte contemporáneo.

Sí. Seguramente, con esta termine mi producción literaria, porque el humor y el arte son los únicos temas de los que sé algo. El arte conceptual me atrae mucho porque me gusta, y porque me interesa todo lo que provoca. El arte contemporáneo todavía tiene ese punto de comodidad de “¡es que esto lo hace cualquiera!” o “¡es que estos son unos sinvergüenzas!”. Me parece un buen material para escribir una novela.

¿Más del Reina Sofía o del Thyssen?

De los dos.

Por situarme en su estética vital: ¿Cuáles son los iconos de sus preferencias artísticas?

Me gustan mucho Solana, Hockney, Kara Walker, y también me encanta El Bosco.

Escribió columnas de humor en El País. ¿Se ve de viñetista en un periódico nacional?

El humorista gráfico de tira diaria hace un trabajo muy duro. Escribir una columna semanal me agotaba. Me parecía un exceso. Me atrae mucho el humor gráfico, pero no tengo yo tantas ideas para hacer una viñeta diaria.

“La nostalgia alimenta el derrotismo y eso solo da cancha a quienes nos quieren manipular”

¿Qué relación existe entre el humor y la madurez?

El humor tiene algo de juego y de infantil que la sana madurez debe ennoblecer. Lo que no tiene sentido es perder el humor mientras crecemos, porque iríamos en dirección contraria. Me dijeron en la editorial que sacara a relucir una cita de Chesterton para encajarla en este tipo de preguntas, pero se me ha olvidado… Algo así como que el humor no es lo contrario de la seriedad, sino del aburrimiento...

Se le conoce una mujer, dos hijos, una casa pop…

Estilo mid century. No hay época más bonita que los 50 americanos, a pesar del macartismo.

¿Qué es para usted la estabilidad?

Mi vida es muy convencional. Me casé, tengo una familia tradicional, tengo dos hijos. Soy feliz así. Un hombre tranquilo. Con mis escapadillas bohemias, pero bien.

¿La televisión valora el humor?

Mucho. De hecho, está muy presente. Es un contenido que la gente reclama y aprecia. Ya hay hasta un cómico en Sálvame.

Dice que los ejecutivos de la tele “venden humo, se apuntan el tanto, lanzan balones fuera y escurren el bulto”. O sea: están todos en una adolescencia crónica.

Exactamente. Son el adolescente tipo. En la televisión no existen certezas de lo que va a funcionar, así que, si va mal, el ejecutivo debe escurrir el bulto, porque es mejor que la responsabilidad sea de otro. Si marcha bien, ha de apuntarse el tanto. Para poner en marcha un proyecto nuevo en el que confía, no tiene más remedio que vender humo, y cuando le preguntan algo para asegurar la viabilidad de lo novedoso, echa balones fuera.

Le gustaría dar las campanadas con Mayra Gómez Kemp.

Me encantaría.

¿Y por qué no las da?

Eso digo yo. ¡No sé qué estamos haciendo!

¿Le apetece hacer un especial de humor de fin de año?

Participamos en uno de Antena 3 en Nochebuena hace tiempo, cuando estábamos en los albores. No recuerdo a quién engañamos... Los especiales de Nochevieja los comparo con la gala de los Goya, que me hacía mucha ilusión presentar y fíjate cómo salió eso. Hay cosas muy ambiciosas en las que es mejor que no me meta… Ahí está Mota, que lo hace estupendamente. Es un cómico increíble y ahí están los datos.

“Santiago Segura es de los pocos que sabe sortear la crisis del cine. Con el humor familiar logra convocar al público para que acuda a las salas”

Hace trece años de Spanish Movie: su estreno en cine. ¿Qué espera del cine?

El cine ya me ha dado más de lo que esperaba. Lo digo en serio, porque nunca pensé que me fuera a dedicar a la comedia y, menos, todavía, que pasaría por el cine, así que todo lo que he hecho ya me ha caído del cielo. Me parece un milagro que alguien escriba un guion y piense en mí. Últimamente, por físico y por edad, hago muchos papeles de gestor… Soy un actor de carácter e interpretar a un gestor requiere muchos matices… Antes hacía más de tontico, y ahora, de gestor. Me gusta mucho el nuevo rol que me han dado.

Le hemos visto en A todo tren. ¡Vaya cambio de tercio ha dado Segura!

Santiago Segura hacía una comedia transgresora y ahora hace comedia familiar, porque es listísimo. Es de los pocos que sabe sortear la crisis del cine. Con el humor familiar logra convocar al público para que acuda a las salas. Su referente es Chevy Chase, líder de las comedias familiares de los 80. Me preguntaba qué haría Segura después de Torrente, y fíjese: ¡lo está petando!

En 2022 sale Camera Café: la película.

Se estrenará en marzo. La dirige Ernesto Sevilla en su debut cinematográfico. La hemos escrito Miguel Esteban, Ernesto y yo. Era un proyecto muy atractivo con bastantes hándicaps, porque había que adaptar una tira diaria muy reconocible en su forma -una cámara fija en una máquina de café- a una película coral siendo fieles al estilo y a los personajes para que fuese muy reconocible para los fans. Estoy muy contento con el resultado.

¿Será una comedia con hueco en los próximos Goya, o los Goya son solo para películas “serias”?

En general, los premios de cine valoran poco las comedias.

Pero son las que llenan los cines…

Sí, pero a los que votan les tiran más los dramas.

El arte tiene que ser dramático para ser académico…

Parece que sí, y yo creo que el drama tiene más trampa que la comedia. Un mal drama cuela y una mala comedia, no.

“Parece que al arte debe ser dramático para ser académico, y yo creo que el drama tiene más trampa que la comedia”

Cinco años de su presentación de los Goya. ¿Nunca mais?

No creo que nos llame nadie nunca más... Fue, probablemente, la primera vez que nos criticaban de aquella manera. Y la crítica tenía parte de razón, porque la gala no salió bien. Era difícil. Aprendimos de la experiencia.

¿Por haber hecho reír a mucha gente se merece el cielo?

Yo creo que voy a ir al cielo. Ayudar a otras personas a ser más felices es lo que da sentido a lo que hacemos los cómicos, y no me importa que dicho así suene a tópico.

Es “católico de base”. ¿Está bien visto tener fe en el mundo del entretenimiento?

No lo sé… Yo soy un hombre con fe, pero me da un poco de pudor hablar de ella. Es una cosa muy personal.

¿Qué relación vive entre ego, personalidad y vanidad?

Ahí estoy… Quizá con la suma de esos tres elementos te sale un Joaquín entero… La humildad da perspectiva a lo que haces, y eso tiene mucho que ver con la autocrítica. Los que nos dedicamos a la comedia estamos muy seguros de lo que hacemos. Siempre tiene que haber algo de ego. A mí la vanidad que me gusta es la folclórica. La frivolidad me parece un buen recurso para divertirse, pero cuando solo hay eso, se multiplican los problemas.

¿Y entre crítica, valentía y respeto?

Hay gente que dice que no se arrepiente de nada. Yo, sí. De muchas cosas. Lógicamente, eso no debe ser un lastre, porque no se puede cambiar, pero aceptarlo nos ayuda a sacar conclusiones. Respetar es esencial, pero hay gente a la que se parodia que se merece muchos palos.

No debe ser fácil ser humorista imitador y no juzgar a la gente.

Lo ideal es que las conclusiones sobre una persona las saque el espectador. A mí no me gusta casi nunca subrayar el mensaje, sino sugerir.

¿Sigue siendo disc-jockey?

Soy un pinchadiscos, porque así salgo y alterno, compaginándolo con mi vida familiar. Me gusta pegar la hebra con la gente en sitios oscuros, con suelos pegajosos y sofás con quemaduras de cigarros. Eso es el paraíso…

“Hay gente que dice que no se arrepiente de nada. Yo, sí. De muchas cosas. Lógicamente, eso no debe ser un lastre, porque no se puede cambiar, pero aceptarlo nos ayuda a sacar conclusiones”

Le pega ser del Atleti, pero es del Barça. ¿Las apariencias engañan mucho?

Soy del Barça, pero también tengo corazón colchonero, que mi padre era del Atleti. Dicho esto: se puede ser del Madrid y ser buena persona.

¿Próxima estación?

Además de Camera Café, estamos preparando la primera serie de animación latina para adultos para HBO. Estaremos dos años con ella. Y, seguramente, nos pondremos a escribir otra película para que dirija Ernesto y la protagonicemos nosotros. 

Pues que le vaya de lujo.

Pues muchas gracias por el tiempo dedicado. Espero no haberle avergonzado…

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