El ingrediente que cambia cómo freír huevos: no es aceite ni mantequilla
El chef Alfredo Vozmediano comparte una técnica poco habitual para lograr que los huevos fritos no se peguen a la sartén. Además de la temperatura y la grasa adecuada, introduce un paso clave que muchos pasan por alto.
Temperatura y sartén: los primeros factores
El problema más frecuente al freír huevos radica en que la sartén está demasiado caliente o que la grasa usada no es la adecuada. Según Alfredo Vozmediano, si la superficie supera los 200 °C, muchas grasas como el aceite de oliva comienzan a quemarse, lo que afecta tanto el sabor como la adherencia del huevo. En su explicación en redes sociales, el chef destaca que la clave inicial es alcanzar una temperatura moderada antes de añadir la grasa.
Para calibrar esta temperatura, Vozmediano aconseja verter un poco de agua sobre la sartén y observar cómo “patina” en el centro mientras se evapora en los bordes: ese momento ocurre cuando la superficie está aproximadamente a unos 100‑110 °C. Añadir la grasa inmediatamente después de ese punto permite que el huevo no se adhiera.
Por qué se pega el huevo
Cuando la grasa se calienta demasiado, su punto de humo se alcanza y pueden formarse compuestos que favorecen que el huevo se adhiera. Además, si la sartén no es la adecuada o está dañada, la capa que normalmente evita el contacto directo se ve alterada.
Los errores comunes incluyen: elegir una sartén en mal estado o incorrecta para fritos, usar un aceite reutilizado o de baja calidad, o poner el huevo demasiado pronto cuando la sartén aún está subiendo de temperatura.
El truco concreto: agua + mantequilla clarificada
Una vez comprobado con el agua que la sartén ha alcanzado el punto deseado (unos 100‑110 °C), el chef recomienda añadir una cucharadita de mantequilla clarificada (ghee). Este tipo de grasa tiene un punto de humo elevado —entre 230‑250 °C— por lo que resiste mejor el calor que muchas grasas comunes. Una vez puesta, se deposita el huevo y se evita que se quede pegado a la base.
Este procedimiento combina tres factores: una temperatura controlada, una grasa estable al calor y una superficie "preparada" con el test del agua, lo que facilita un deslizamiento del huevo sin adherencia.
Pasos detallados para llevarlo a cabo
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Calentar la sartén a fuego medio‑bajo y esperar a que alcance entre 100‑110 °C.
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Verter unas gotas de agua; cuando esa agua patine en el centro y se evapore en los bordes, ese es el punto.
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Añadir una cucharadita de mantequilla clarificada fría.
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Cascar el huevo con cuidado y depositarlo en la sartén.
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Freír al gusto y salar justo antes de terminar o al instante de sacar.
Errores frecuentes a evitar
Vozmediano enumera varios fallos que pueden arruinar un huevo frito —o al menos impedir que quede óptimo—:
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Usar huevos de calidad dudosa o demasiado viejos. La frescura mejora tanto el resultado visual como el sabor.
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Dejar que algún fragmento de cáscara caiga en la sartén, lo cual además de ser antiestético puede conllevar riesgos sanitarios.
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Elegir una sartén adecuada: lo ideal es antiadherente o bien de buen acero con cuidado, que tenga el tamaño correcto para que el huevo quede recogido y no desperdicie aceite.
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Olvidar salar el huevo: incluso la mejor técnica no suplanta un buen sazonado.
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Permitir que el huevo se enfríe mucho antes de comerlo: el sabor y la textura óptima se consiguen recién hecho.
Recomendaciones finales para un buen resultado
Para lograr que un simple huevo frito alcance su potencial, es indispensable combinar técnica y atención. El test de agua aporta un indicador visual inmediato de la temperatura, la mantequilla clarificada ofrece una grasa de alto rendimiento térmico, y la espera antes de añadir el huevo evita que se pegue.
Aplicar este procedimiento puede marcar la diferencia incluso en una preparación tan aparentemente trivial como unos huevos fritos. La próxima vez que los prepares, recuerda que no se trata solo de romper el huevo y añadirlo a la sartén: el paso previo con agua puede cambiarlo todo.

