Los pediatras alertan de que el ciberacoso afecta ya a niños de ocho años

El uso de pantallas en edades cada vez más tempranas y la dificultad en los colegios para vigilar estas conductas impulsa el acoso por redes sociales

El ciberacoso llega ya a niños de ocho años. (Foto: Fundación La Caixa / Europa Press)
El ciberacoso llega ya a niños de ocho años. (Foto: Fundación La Caixa / Europa Press)

El regreso a las aulas tras las vacaciones de verano no significa lo mismo para todos los alumnos. Para algunos supone reencuentro y aprendizaje; para otros, tensión y miedo.

  1. Ciberacoso desde los ocho años
  2. Datos preocupantes
  3. Señales que no deben pasar desapercibidas
  4. Los perfiles más vulnerables
  5. El rostro del acosador
  6. Cómo reaccionar ante un caso
  7. Educar en respeto

Ciberacoso desde los ocho años

Los pediatras advierten de que el ciberacoso ya afecta a menores de tan solo ocho años, una edad en la que muchos niños empiezan a manejar móviles y tabletas sin supervisión constante.

La Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) alerta de que este fenómeno, cada vez más extendido, exige medidas de prevención y detección precoz desde el primer día de curso.

Datos preocupantes

Según el Estudio Estatal sobre la Convivencia Escolar en Primaria, publicado en 2023 por el Ministerio de Educación, el 9,5% de los menores de 12 años asegura haber sufrido acoso escolar y un 9,2% ciberacoso.

En Secundaria las cifras son todavía más alarmantes: casi el 20% de los estudiantes reconoce haber vivido situaciones de hostigamiento. Los pediatras constatan en sus consultas que el problema no solo crece, sino que se adelanta a edades cada vez más tempranas.

“Cada vez detectamos a niños y niñas más pequeños, desde los 8 años, víctimas de ciberacoso”, explica la doctora Teresa Cenarro, vicepresidenta de AEPap.

 

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Señales que no deben pasar desapercibidas

Uno de los principales obstáculos es la dificultad para identificar las señales. La pediatra de Atención Primaria Marta Torrejón advierte de que las familias deben permanecer atentas a cambios bruscos en la conducta.

El empeoramiento repentino del rendimiento escolar, la irritabilidad, el desinterés por actividades que antes resultaban placenteras o la negativa a participar en ellas pueden ser indicios de que el menor está sufriendo acoso.

En los niños con enfermedades crónicas, además, estas situaciones pueden agravar su estado de salud.

Cuando las agresiones se producen en el entorno escolar, los signos también pueden ser físicos: moratones, arañazos o la desaparición y deterioro del material escolar. A menudo aparecen somatizaciones como dolor de cabeza, vómitos, malestar abdominal o ansiedad.

La pediatra señala que también pueden observarse conductas como mutismo selectivo, tristeza persistente o timidez extrema. Todos ellos son indicadores que deben despertar la atención de padres y docentes.

Los perfiles más vulnerables

Cualquier alumno puede convertirse en víctima, pero hay perfiles más expuestos.

Los pediatras citan a los menores muy tímidos o, en el extremo opuesto, muy impulsivos, así como aquellos que han estado expuestos a violencia en el entorno familiar o la han sufrido directamente.

También están en riesgo los niños con una apariencia física diferente, los que tienen sobrepeso u obesidad, quienes presentan alguna enfermedad crónica o mental y los pertenecientes al colectivo LGTBI+. Todos ellos son más susceptibles de ser señalados por sus compañeros.

El rostro del acosador

El perfil del agresor suele identificarse con el de un líder negativo que arrastra a otros compañeros a participar en el hostigamiento. Carece de empatía y no muestra remordimiento por sus actos.

En algunos casos, el acosador es lo que los expertos denominan un “bully-victim”: un niño que ha sido víctima en el pasado y que, al cambiar de grupo, se convierte en agresor.

La detección de estos perfiles también exige un trabajo de prevención. Los pediatras recomiendan a las familias y a los centros educativos reconocer el problema y recurrir a ayuda profesional que les enseñe a desarrollar habilidades sociales positivas y formas de liderazgo no dañinas para el resto.

Cómo reaccionar ante un caso

Ante la sospecha de acoso, los especialistas aconsejan escuchar al menor y acordar con él, y si es posible también con la escuela, un plan de seguridad que le permita acudir tranquilo a clase.

Documentar cada episodio, con fechas y lugares, puede ser determinante para actuar. En el caso del ciberacoso, la recomendación es contactar con la plataforma digital para solicitar la retirada de los contenidos ofensivos y supervisar de cerca el uso que hacen los niños de los dispositivos electrónicos.

El pediatra de Atención Primaria puede ser un primer punto de apoyo y derivar a psicólogos u otros profesionales especializados si la situación lo requiere. La colaboración de la familia, la escuela y los especialistas resulta esencial para reducir el impacto de estas situaciones.

Educar en respeto

Más allá de las herramientas de control, los pediatras insisten en que la mejor prevención es la educación en valores.

“En el mundo diverso en el que vivimos, debemos trabajar mucho el respeto y la aceptación de lo diferente, ya sea por el aspecto físico, la etnia o los problemas mentales”, señala Cenarro.

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