Los nombres más elegidos hace 100 años en España: apenas sobreviven hoy
Los nombres más populares entre los recién nacidos en España han cambiado drásticamente en el último siglo. Si hoy destacan Lucía y Hugo, los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) muestran que, hace cien años, otros nombres dominaban con claridad.
Un análisis demográfico permite observar cómo algunos nombres han desaparecido casi por completo. Su uso se concentra en generaciones muy mayores, y su baja transmisión evidencia un cambio cultural profundo.
Los nombres que marcaron el primer tercio del siglo XX
A principios del siglo XX, nombres como José, Antonio, María o María Carmen eran prácticamente omnipresentes en el registro de nacimientos. En provincias como Málaga o Alicante, más de 160 de cada mil niños recibían el nombre de José antes de 1930. Entre las niñas, María superaba el 15% en regiones como Baleares.
Estos patrones respondían a tradiciones religiosas, influencia familiar y escasa diversidad de opciones. Esa homogeneidad ha dejado una huella en el censo actual: muchos de estos nombres figuran aún entre los más frecuentes, pero su edad media sobrepasa los 60 años.
El auge y caída de nombres centenarios
La evolución lingüística y social ha propiciado el olvido de nombres que antes eran habituales. Entre los más envejecidos del censo actual están Tiburcia (79,5 años), Perfecta, Saturnina o Eustaquia. En el caso masculino, destacan Serapio (71,2 años), Saturnino, Toribio o Eleuterio, todos con una presencia marginal desde los años 70.
Algunos, como Gregoria, Cándida, Florencio o Blas, tuvieron un repunte entre los años 40 y 60 antes de iniciar un lento declive. Aun así, sus registros siguen superando los 9.000 en el padrón, lo que refleja su peso histórico.
Casos excepcionales y nombres extranjeros
Curiosamente, ciertos nombres extranjeros también forman parte del listado de nombres más envejecidos. Es el caso de Horst, Hans Rudolf, Ronald George o Peter Frederick, con edades medias superiores a los 74 años y registros muy reducidos, vinculados a migraciones o influencia cultural de la posguerra.
Otros como Casilda, Simona o Genoveva se han mantenido con una retirada más pausada, conservando una presencia residual en registros recientes.
El contraste con los nombres actuales
Frente a esta desaparición paulatina, nombres como Hugo, Martín, Mateo, Lucía o Sofía dominan los registros actuales de recién nacidos. Sin embargo, su peso total aún no les permite figurar entre los más frecuentes del censo nacional.
La tendencia general apunta hacia una mayor diversificación. Las familias optan por nombres más breves, modernos o menos comunes, lo que diluye la concentración de usos repetidos y favorece una distribución más equitativa entre distintas opciones.
Una herencia cultural que se desvanece
El análisis del INE refleja cómo los nombres antiguos se concentran en generaciones mayores, con escasa o nula renovación entre los nacimientos actuales. En el listado de los 30 nombres con mayor edad media, la mayoría son femeninos y algunos superan los 80 años, como Acracia, Virtuosa, Procopia o Eutiquia.
Su desaparición progresiva no solo implica un cambio de tendencia, sino también la pérdida de una parte del patrimonio onomástico del país. Como capas geológicas, los nombres registran la evolución histórica, cultural y social de cada época, testimoniando con su permanencia —o su olvido— el paso del tiempo.
