José Apezarena

Elogio (o así) de Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha vestido igual que su esposa, Begoña Gómez, para la cena de gala del G20
Pedro Sánchez su esposa, Begoña Gómez, en la cena de gala del G20

El pleno de la moción de censura tuvo, por supuesto, algunos momentos estelares. Uno de ellos, la demoledora intervención de Inés Arrimadas, resumiendo el cúmulo de atropellos cometidos por Pedro Sánchez desde que llegó a La Moncloa. Vale la pena volver a escucharlo.

Siguiendo esa pista, me he propuesto trazar el elogio, elogio político, del presidente del Gobierno. Estos son, en apretado resumen, sus méritos.

En el capítulo de éxitos netos hay que ubicar la operación Kabul, la excepción ibérica, y que liquidó, sin pestañear y sin costo alguno, a tres presuntos pesos pesados: Carmen Calvo, Iván Redondo y José Luis Ábalos. A la vez, ha recuperado a algunos desechados (traidores), como Óscar López y Antonio Hernando.

Sánchez se apunta la salida de la pandemia de Covid, aunque eso no fue por mérito suyo ni del Gobierno. Ya hemos hablado de su acreditada capacidad como vendehúmos.

Siguiendo con los éxitos, el presidente del Gobierno ha sobrevivido a todos sus enemigos de dentro: Alfredo Pérez Rubalcaba, Susana Díaz... Y en cuanto a los barones socialistas, no se atreven a levantar la voz.

De los políticos que empezaron con él, ha enterrado (políticamente) a Mariano Rajoy, Albert Rivera y Pablo Iglesias. Sólo resiste Isabel Díaz Ayuso.

Sin embargo, acumula buen número de falsos éxitos, como es el caso del Gobierno de coalición. Sigue sin romperse, pero está dividido. Podemos va por libre, y no deja de poner en aprietos, una vez tras otra, a la parte socialista.

Sánchez se pasea con soltura en las instituciones internacionales, a las que viaja cada vez más, pero España no cuenta a nivel internacional, no hay españoles en cargos relevantes, no nos convocan a casi nada.

Proclama que ha ‘pacificado’ Cataluña, comparando la situación social que existía cuando llegó él y la que se vive ahora, pero oculta que, eliminando leyes básicas, ha dejado indefenso al Estado para la siguiente arremetida, que llegará más pronto que tarde.

 

Tiene perfectamente controlado su partido, donde no se alza una sola voz discrepante, pero no le informa, no cuenta con él, no hay debate interno. Lo ha narcotizado.

Ha domesticado a los sindicatos, pero es gracias al dinero de los presupuestos y otras prebendas. O sea, los ha comprado.

Mantiene a los militares tranquilos, pero es gracias a Margarita Robles, y también a las subidas de sueldos y al sustancioso aumento del presupuesto de defensa.

Tiene de su parte al Grupo Prisa, pero no da entrevistas a Carlos Herrera, Carlos Alsina, Ana Rosa, Susana Griso, Vicente Vallés...

Hablando de dificultades, empezaron a silbarle, y ha dejado de pasearse por calles y plazas. A cambio, ha montado encuentros trucados, con militantes socialistas y falsos jubilados.

Ha metido a este país en problemas muy graves por decisiones no consultadas con nadie, como con el cambio de política en el Sahara. Sigue sin explicar si es un precio pagado a Marruecos por no se sabe qué chantaje.

A la vez, adopta resoluciones que no le pasan ninguna factura. Tras el fichaje por el Instituto de Empresa, ha colocado a su mujer al frente de un master en la Universidad Complutense, y no pasa nada. Están saliendo de la cárcel decenas de violadores y cientos de ellos ven reducida la condena, y no pasa nada.

Ha desmantelado el prestigio del CIS, y no pasa nada. Le dimite la directora general del Guardia Civil, y no pasa nada. El portavoz parlamentario, Patxi López, ha sido señalado como uno de los asistentes a las cenas de Tito Berni, y no pasa nada.

En este tiempo, en fin, ha demostrado no tener demasiados principios. No se avergüenza de su pasado ni de las promesas incumplidas. Lo vende todo, con tal de mantenerse en la poltrona. Y, si hace falta, juega sucio (se ha vuelto a recordar el intento de amañar una votación en el Comité Federal).

Pero el balance final es que, a pesar de los tres años en el Gobierno, y del desgaste que eso tendría que causar, Pedro Sánchez mantiene el tipo. Eso sí, maniobrando, engañando y mintiendo, pero sin que tales comportamientos le cobren demasiada factura... por ahora. Y pasando del Parlamento, como ha ocurrido con las decisiones sobre el envío de ayudas a Ucrania en su guerra con Rusia.

Sigue en La Moncloa y volverá a intentarlo en las elecciones de finales de 2023. Y quienes lo dan por muerto, que se tienten la ropa. Porque Sánchez, como se ha visto, es mucho Sánchez.

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