Los jóvenes de 15 años, principales víctimas de la adicción al juego que buscan terapia
Menores de edad logran participar en aplicaciones de apuestas deportivas online mediante la creación de perfiles falsos
- De las tragaperras al móvil
- Publicidad y normalización
- Un trastorno reconocido
- El camino hacia la terapia
- El papel de la familia
- Terapias: del grupo al individuo
- Nuevas modalidades de tratamiento
- Riesgo de recaídas
- Una adicción silenciosa
De las tragaperras al móvil
El cambio tecnológico ha transformado el mapa de la adicción. Antes, el jugador patológico era mayoritariamente un hombre adulto que acudía al salón recreativo del barrio. Hoy, el acceso ilimitado y anónimo desde un teléfono móvil multiplica el riesgo entre los jóvenes.
“El perfil más habitual de los pacientes que llegan a consulta son chicos jóvenes, incluso menores”, explica a Confidencial Digital Laura Requena, psicóloga especializada en terapias para la adicción al juego. “Se hacen perfiles falsos o utilizan los datos de un adulto, pero detrás de la pantalla hay chavales de 16 años. Muchos reconocen que empezaron a apostar a los 15 o 16”.
Este desplazamiento en la edad supone un cambio radical respecto a hace una década. El problema ya no está tanto en el bar de la esquina, sino en aplicaciones accesibles en cualquier momento, “disponibles 24/7”, como subraya Requena.
Publicidad y normalización
Los factores de riesgo son múltiples, pero uno sobresale: la exposición constante a la publicidad. Durante un partido de fútbol, en un vídeo de YouTube o a través de un influencer en redes sociales, las casas de apuestas se cuelan en la vida diaria de los adolescentes.
“Se normaliza el juego. Lo ven en sus ídolos, lo comentan entre amigos y lo interiorizan como parte del ocio”, advierte Requena. Ese mensaje llega con especial fuerza a los jóvenes en proceso de formación personal, con un control de impulsos aún inmaduro, lo que agrava la vulnerabilidad.
El contexto sociocultural también influye. En barrios de nivel económico más bajo, la concentración de casas de apuestas físicas contribuye a reforzar la idea de que jugar es un pasatiempo cotidiano. Aunque muchos menores no crucen sus puertas, la simple presencia de estos locales los empuja a trasladar la experiencia al mundo digital.
Un trastorno reconocido
La psicóloga Noelia Pérez, de Selene Psicología, recuerda que el juego patológico fue reconocido como trastorno psiquiátrico en 1980. Desde entonces ha cambiado de nombre y de enfoque clínico, pasando de ser visto como un problema de control de impulsos a una conducta adictiva comparable al consumo de drogas.
Lo que ha cambiado más es la realidad social: de las máquinas en bares y casinos al auge de las plataformas online. Según Pérez, la edad de inicio es cada vez más baja y el perfil de los pacientes en tratamiento se rejuvenece. Aunque los estudios todavía señalan como mayoritario al hombre adulto de entre 25 y 34 años, los psicólogos observan una clara tendencia al relevo generacional.
El camino hacia la terapia
El recorrido de un joven hasta que reconoce su problema no suele ser sencillo. La mayoría pasa por una fase de negación, convencidos de que podrán recuperar el dinero perdido con una nueva apuesta.
“Muchos solo buscan ayuda cuando las pérdidas económicas son insostenibles”, explica Requena. En algunos casos, es la familia la que detecta el problema y obliga al adolescente a acudir a terapia. En otros, el propio joven acude en secreto, incapaz de sostener la doble vida.
El papel de la familia
El entorno juega un papel decisivo tanto en el origen como en la recuperación. Haber crecido en una familia donde el juego estaba presente o normalizado aumenta la probabilidad de caer en la adicción. Pero, a la vez, un apoyo familiar sólido puede ser clave en la recuperación.
“No todas las familias tienen recursos para acompañar”, admite Requena. “Pero aquellas que siguen las pautas de los terapeutas, que ponen límites sin hostilidad, marcan una diferencia enorme”.
Terapias: del grupo al individuo
El tratamiento combina varios enfoques. Las terapias grupales son una herramienta poderosa para romper el aislamiento y compartir experiencias. “Generan un sentimiento de comunidad y de pertenencia que ayuda a sostener la abstinencia”, señala Requena.
Pero no basta con lo grupal. La psicoterapia individual permite profundizar en el origen emocional de la adicción. “Al final, el juego es una defensa frente a una angustia o un vacío”, añade.
La terapia familiar completa el abordaje. No se trata solo de vigilar o controlar al joven, sino de transformar dinámicas que pueden estar alimentando el problema.
Nuevas modalidades de tratamiento
La pandemia abrió el camino a las terapias online, que han demostrado ser una opción válida en algunos casos. Requena recuerda haber coordinado grupos virtuales diarios durante el confinamiento. Sin embargo, advierte que no funcionan para todos: “Algunos pacientes tienden a esconderse detrás de la pantalla”.
La clave, coinciden las especialistas, está en adaptar el tratamiento al perfil de cada paciente. Los adolescentes requieren además un enfoque preventivo en colegios y una implicación más activa de las familias.
Riesgo de recaídas
Uno de los mayores retos en la lucha contra la ludopatía son las recaídas. Muchos pacientes abandonan la terapia al sentir que ya están curados tras una temporada de abstinencia. Otros lo hacen porque comenzaron el tratamiento por presión externa, sin verdadera motivación.
“El éxito depende de que el paciente entienda por qué recurrió al juego como estrategia de evasión”, insiste Requena. La motivación interna es lo que marca la diferencia entre una recuperación sólida y un abandono temprano.
Una adicción silenciosa
La facilidad de acceso, el anonimato y la constante presencia de estímulos convierten a la adicción al juego en una amenaza silenciosa. “Parece solo una aplicación más del móvil”, resume Requena. Pero las consecuencias van más allá de lo digital: deudas, rupturas familiares, fracaso escolar y aislamiento social son frecuentes.
El reto, según Noelia Pérez, es responder a un fenómeno “mucho más amplio, dinámico y ligado al entorno digital” que el que conocieron los profesionales hace veinte años.