Por qué no se pueden apagar los incendios de sexta generación: hablan los expertos
Crean columnas de aire tan descomunales que imposibilitan su extinción. La acumulación de vegetación seca y el calor extremo multiplican su poder destructivo
- Incendios que se retroalimentan
- Un paisaje convertido en combustible
- Galicia y Castilla y León, en el epicentro
- Canarias, siempre en alerta
- La polémica sobre el término
- De la primera a la sexta generación
- Los bomberos piden ser escuchados
- Una bomba de relojería
- Crisis europea
- El futuro en juego
Incendios que se retroalimentan
Miguel Ángel Martín, coordinador técnico de los Equipos de Intervención y Refuerzo en Incendios Forestales (EIRIF) del Gobierno de Canarias, explica a Confidencial Digital que: “Se trata de fuegos tan virulentos que modifican las condiciones atmosféricas a su alrededor”.
El fenómeno consiste en que el calor extremo del incendio genera una columna de aire ascendente que succiona oxígeno de forma masiva, alimentando al propio fuego y acelerando su avance.
Martín matiza que no comparte del todo la etiqueta de “sexta generación”. Explica que no todos los incendios actuales alcanzan ese fenómeno y que el término se reserva para fuegos muy concretos.
“Son incendios que progresan mucho más rápido, se vuelven devastadores y entran en una fase fuera de capacidad de extinción”, señala.
Aun así, Martín advierte de que no todos los focos de esta semana alcanzan ese nivel, aunque sí presentan un comportamiento tan agresivo que obliga a los dispositivos a retirarse y replantear estrategias.
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Un paisaje convertido en combustible
Detrás de esa fuerza destructiva está la acumulación de vegetación seca. El abandono del campo, la desaparición de los usos tradicionales de la madera o del pastoreo y la expansión de la interfaz urbano-forestal han generado un escenario propicio.
“Antaño los fuegos encontraban áreas con menor carga de combustible que frenaban su avance. Hoy los frentes de llama se topan con continuidades de vegetación que les permiten crecer sin freno”, resume Martín.
La combinación con olas de calor prolongadas, cada vez más frecuentes por el cambio climático, multiplica la peligrosidad. Según los últimos datos del sistema europeo Copernicus, este año se han quemado ya más de 375.000 hectáreas en España, superando las 350.000 del pasado verano y multiplicando por cinco la cifra de 2023.
Galicia y Castilla y León, en el epicentro
El fuego ha castigado con especial dureza a Ourense, Zamora, León y Extremadura, donde las evacuaciones han superado las 30.000 personas en apenas una semana.
El incendio de Larouco (Ourense), con 20.000 hectáreas arrasadas, se ha convertido en el mayor de la historia de Galicia. La alta velocidad entre Madrid y Galicia lleva seis días suspendida.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, visitó el lunes Jarilla (Cáceres), donde un fuego amenaza al valle de Ambroz y ha saltado ya a Castilla y León.
“Hasta que no remita la ola de calor no se va a poder acabar con esta situación”, reconoció la ministra de Defensa, Margarita Robles, quien admitió que la Unidad Militar de Emergencias (UME) “no ha visto nada igual en 20 años”.
Canarias, siempre en alerta
Aunque este verano el archipiélago ha esquivado grandes catástrofes, la experiencia pesa. Los incendios de La Palma (2016), Gran Canaria (2019) y Tenerife (2023) marcaron un antes y un después. “Aquí la orografía abrupta, los vientos de valle y las sequías estructurales hacen que los incendios evolucionen muy rápido”, explica Martín.
Por eso Canarias ha reforzado en los últimos años su operativo con drones, robots de intervención, inteligencia artificial y más maquinaria pesada. “Mantenemos dispositivos profesionales los 365 días del año que combinan extinción y prevención con trabajos selvícolas en zonas estratégicas”, añade.
La polémica sobre el término
No todos los expertos coinciden en usar la etiqueta de “sexta generación”. José Ramón Peribáñez Recio, doctor ingeniero de montes y miembro de la Asociación Española de Lucha contra el Fuego, advierte del riesgo de banalizar conceptos. “No estamos ante un castigo divino, sino ante el resultado de un cúmulo de circunstancias donde la gestión técnico-política puede mejorar mucho las consecuencias”, afirma.
Para él, lo esencial es gestión integral de los montes, con planes de ordenación, una Ley Nacional de Bomberos que unifique criterios y servicios multidisciplinares capaces de atender incendios que afectan no solo a masas forestales, sino también a casas, industrias o vehículos.
“Hablar de fuegos fuera de capacidad de extinción puede cercenar el debate real. Lo que falta es planificación, coordinación y medios adecuados”, concluye.
De la primera a la sexta generación
La evolución de los incendios en España refleja un problema acumulado. Según la clasificación científica:
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Primera generación: queman herbazales y arbustos, con entre 1.000 y 5.000 hectáreas afectadas.
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Segunda: alcanzan hasta 10.000 hectáreas gracias a la acumulación de combustible tras el abandono de cultivos.
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Tercera: se propagan por las copas de los árboles y llegan a las 20.000 hectáreas.
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Cuarta: saltan con facilidad a jardines y viviendas en zonas de interfaz urbano-forestal.
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Quinta: grandes incendios simultáneos en distintas zonas, con comportamiento extremo.
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Sexta: megaincendios que superan las 10.000 hectáreas y generan su propia meteorología, imposibilitando su control.
Los bomberos piden ser escuchados
El sector reclama también más reconocimiento. “Somos más de 20.000 bomberos en España operativos todo el año, y sin embargo se nos ignora en el debate público”, denuncia Peribáñez. El colectivo pide un Indicador de Respuesta Operativa común en todo el país para planificar con rigor y acabar con las desigualdades territoriales.
Otra de sus propuestas es destinar el 5% de cada póliza de incendios a inversiones en prevención y extinción, como marca la ley, en lugar de desviar esos fondos a otros gastos. “Es dinero que pagan los ciudadanos y que debería mejorar los montes”, subraya.
Una bomba de relojería
El Colegio Oficial de Ingenieros de Montes resume el diagnóstico: España es un polvorín. Más del 56% del territorioes forestal, pero el 72% está en manos privadas y, en muchos casos, desvinculadas de la actividad rural. “Sin aprovechamiento agrícola o ganadero, la vegetación se acumula como combustible”, advierte Arantza Pérez, vicedecana del organismo.
Reclaman un pacto de Estado forestal, presupuestos a largo plazo y un cambio de modelo hacia paisajes en mosaico, donde la agricultura y la ganadería ayuden a contener los incendios. “Cada año que pasa sin actuar, la situación se complica más”, insisten.
Crisis europea
La ola de incendios no es solo española. El sur de Europa vive una de las peores temporadas en décadas, con temperaturas récord que superan los 45 grados en Andalucía y más de dos semanas de calor extremo en Galicia, la tercera ola más larga desde 1975.
En los últimos días han muerto al menos ocho personas en el continente, entre ellas varios bomberos. El vuelco de un camión en León se ha cobrado la vida de un efectivo y ha dejado otro herido.
España ha movilizado más de 4.000 militares de la UME y ha recibido ayuda de la Unión Europea. La Policía ha detenido a 31 personas e investiga a otras 92 por su posible implicación en la provocación de incendios.
El futuro en juego
Los especialistas coinciden en que la clave no está solo en la extinción, sino en la prevención. Gestión forestal activa, planificación, coordinación y educación ciudadana son los pilares que pueden evitar que los fuegos sigan desbordando cada verano.
“Hay esperanza y fórmulas existen, pero hace falta trabajar con cabeza y corazón de forma honesta”, resume Peribáñez.

