Crisis de pareja tras el verano: más conflictos, menos miedo a pedir ayuda psicológica

La desigualdad en el reparto de responsabilidades y el uso distinto del tiempo libre generan problemas en las relaciones durante las vacaciones

Crisis de pareja
Crisis de pareja. Pexels
Cada septiembre las clínicas de psicólogos reciben una oleada de parejas que deciden pedir ayuda. El final del verano, lejos de ser un simple regreso a la rutina, se convierte en un punto de inflexión. Este año, el repunte ha sido aún más notable.
  1. El verano como catalizador de conflictos
  2. Desigualdad y tiempo libre: focos de tensión
  3. Septiembre, un segundo “año nuevo”
  4. Menos estigma hacia la terapia
  5. Jóvenes y veteranos, distintas formas de afrontar las crisis
  6. Factores externos que erosionan la relación
  7. Los motivos de ruptura: lo viejo y lo nuevo
  8. Señales de alarma
  9. Consejos para reconducir la relación
  10. Una oportunidad de transformación

La convivencia intensiva durante las vacaciones, las expectativas incumplidas y las tensiones acumuladas han destapado grietas que permanecían ocultas tras las obligaciones laborales. Pero algo ha cambiado: cada vez hay menos miedo a pedir ayuda profesional.

El verano como catalizador de conflictos

“El verano, que en teoría debería ser un momento de desconexión y disfrute, funciona como un catalizador emocional: deja al descubierto lo que durante el año se tapa con rutinas, compromisos y falta de tiempo”, explica a Confidencial Digital Elena Daprá, psicóloga sanitaria y directora del centro que lleva su nombre.

Las consultas se multiplican en septiembre porque, al desaparecer los “escapes” laborales, la pareja se enfrenta de lleno a lo que durante meses quedaba silenciado. Lo que parecía rutina ahora se revela como distancia emocional.

Desigualdad y tiempo libre: focos de tensión

Las vacaciones intensifican dinámicas de fondo que luego resultan difíciles de ignorar. El reparto desigual de responsabilidades, el modo distinto de entender el ocio y la falta de espacios individuales están detrás de muchas discusiones.

Según Daprá, durante este periodo aparecen también reproches acumulados, heridas no cerradas y dudas en la intimidad. “Las vacaciones no rompen relaciones: las muestran sin adornos”, advierte.

Septiembre, un segundo “año nuevo”

Para Ainhoa Plata, psicóloga en Barcelona, septiembre tiene un simbolismo especial. “Funciona casi como un segundo año nuevo. Al igual que en enero la gente se apunta al gimnasio o se marca propósitos, en septiembre muchas personas hacen balance y deciden qué quieren mejorar en su vida”, apunta a Confidencial Digital.

Ese balance incluye la relación de pareja. La convivencia intensiva y las expectativas puestas en el verano —“este año estaremos mejor porque el problema es el estrés del día a día”— no siempre se cumplen. El regreso a la rutina actúa como espejo de lo que realmente ocurre.

Menos estigma hacia la terapia

El repunte de crisis no solo responde a un aumento real de conflictos. También influye la evolución social respecto a la salud mental. “Cada vez hay menos miedo a pedir ayuda psicológica. Las parejas ya no ven la terapia como un último recurso o como un fracaso, sino como un espacio donde entenderse y construir desde otro lugar”, señala Daprá.

Plata coincide: “Antes se llegaba a terapia cuando uno de los dos ya había tomado la decisión de separarse. Ahora hay más conciencia de acudir antes, cuando todavía hay margen de mejora”.

Jóvenes y veteranos, distintas formas de afrontar las crisis

Los expertos coinciden en que existen diferencias entre parejas jóvenes y aquellas con más años de convivencia. Los primeros tienden a vivir los conflictos con mayor dramatismo y menor tolerancia al malestar, mientras que los segundos, con más experiencia, suelen aguantar más tiempo aunque a veces en “modo supervivencia”.

En ambos casos, el denominador común es la falta de comunicación emocional real. “El amor maduro también se entrena, se repara y se reinventa”, sostiene Daprá.

Factores externos que erosionan la relación

La convivencia intensiva durante las vacaciones se suma a otros elementos que agravan las tensiones: problemas económicos, conciliación familiar complicada y presión social. “No son solo circunstancias externas: activan heridas personales y creencias sobre el amor y el compromiso”, afirma Daprá.

Plata lo resume de forma clara: “La conciliación, la organización del tiempo y la falta de espacios individuales son fuentes habituales de discusión. Todo esto hace que salgan a la luz conflictos que ya estaban ahí”.

Los motivos de ruptura: lo viejo y lo nuevo

Los desencadenantes siguen siendo los de siempre: falta de comunicación, desgaste emocional, infidelidades, proyectos vitales distintos. Pero han aparecido nuevos matices.

“El detonante muchas veces no es una gran crisis, sino una desconexión emocional progresiva”, señala Daprá. Plata añade que hoy hay menos estigma social respecto a la separación y mayor conciencia sobre la salud mental. A ello se suma la influencia de redes sociales e hiperconectividad, que generan expectativas poco realistas sobre el amor.

Señales de alarma

Los psicólogos coinciden en que existen indicadores que deben encender las alarmas antes de que sea tarde. Cuando la pareja solo habla de logística. Cuando el deseo desaparece y no se afronta. Cuando predominan las críticas frente a la admiración. Cuando los silencios se vuelven tensos y evitativos. O cuando uno imagina más su vida sin el otro que con él.

La terapia no es un juicio, sino un lugar para volver a escucharse. No hay que esperar a que todo esté roto”, insiste Daprá.

Consejos para reconducir la relación

Los especialistas recomiendan recuperar los espacios de diálogo sin acusaciones, reservar tiempo de calidad en pareja y mantener también momentos individuales. La intimidad debe reconstruirse poco a poco, tanto en lo sexual como en lo emocional.

Recordar por qué se está junto a la otra persona ayuda a mirar el vínculo desde el deseo y no desde la obligación. Y si las tensiones persisten, el acompañamiento profesional se convierte en la vía más útil.

Plata lo resume con claridad: “Conviene evitar decisiones precipitadas, porque las emociones tras el verano pueden estar intensificadas. Dejar pasar un tiempo y, si no se avanza, consultar a un psicólogo puede marcar la diferencia”.

Una oportunidad de transformación

Para los especialistas, la clave está en no ver septiembre solo como un mes de crisis, sino también de oportunidades. “No todas las relaciones tienen que continuar, pero todas merecen ser entendidas antes de tomar decisiones definitivas”, afirma Daprá.

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