Galicia arde año tras año por los suelos silicios, la despoblación y el ‘combustible’ en el monte
Los expertos advierten: la combinación del suelo pobre en agua y la falta de gestión forestal provocan veranos con incendios incontrolables
Los incendios que cada verano arrasan Galicia no se pueden atribuir a una sola causa. Según explica Arantza Pérez Oleaga, vicedecana del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes, confluyen múltiples factores que se retroalimentan entre sí: la despoblación progresiva de las zonas rurales, la acumulación de matorrales y vegetación sin gestionar, la vulnerabilidad de los suelos silicios —con poca capacidad para retener agua— y las condiciones meteorológicas extremas. La suma de todos ellos crea un escenario perfecto para que el fuego avance con rapidez y con una energía difícil de frenar.
- Suelos pobres en agua y vegetación bajo estrés
- Despoblación y abandono del territorio
- Incendios cada vez más difíciles de extinguir
- El desafío de los incendios de sexta generación
- Prevención, inversión y educación: la única salida
Suelos pobres en agua y vegetación bajo estrés
Uno de los elementos más determinantes es el tipo de suelo predominante en Galicia y buena parte del noroeste peninsular. Se trata de suelos silicios, con escasa capacidad de retener agua, lo que provoca que la vegetación sufra un elevado nivel de estrés hídrico incluso en zonas con precipitaciones abundantes. Cuando se combinan altas temperaturas, vientos secos y masas forestales densas, el monte se convierte en combustible acumulado que arde con facilidad.
Despoblación y abandono del territorio
El factor demográfico también resulta decisivo. Durante décadas, las zonas rurales de Galicia han perdido habitantes y actividad económica, lo que ha dejado miles de hectáreas de monte sin una gestión activa. El abandono de los montes ha llevado a la proliferación de matorrales que alimentan los incendios. A esto se suma que buena parte de la superficie forestal española —casi el 70%— está en manos privadas, en muchos casos propietarios de edad avanzada y sin relevo generacional, lo que dificulta el cuidado de forma continuada de las fincas.
Incendios cada vez más difíciles de extinguir
España cuenta con los mejores equipos de extinción de Europa, recuerda Pérez Oleaga. Sin embargo, los incendios del último verano han superado la capacidad de respuesta, con llamas de hasta 20 metros y una energía hasta 70 veces superior a la que los medios pueden combatir. Cuando el fuego alcanza esa magnitud, no hay capacidad técnica ni humana suficiente para detenerlo. Por eso, advierte la experta, la clave no está solo en reforzar la extinción, sino en reducir el combustible disponible mediante una gestión activa del paisaje.
El desafío de los incendios de sexta generación
La comunidad científica habla ya de incendios de sexta generación. Se trata de fuegos tan intensos que generan su propia meteorología, con fenómenos que no se habían escuchado antes como piroccúmulos o tormentas eléctricas. Estos expanden el fuego a kilómetros de distancia del foco inicial, haciendo más fácil y rápida su propagación. Estos incendios, imposibles de combatir solo con medios de extinción, hacen aún más urgente una estrategia de prevención basada en el manejo del territorio y la reducción de la carga forestal.
Prevención, inversión y educación: la única salida
Los expertos coinciden en que el futuro pasa por un cambio de modelo. La prevención requiere inversión en la gestión forestal y en incentivos que permitan a los propietarios mantener sus montes. A ello se suma la necesidad de educación y concienciación social: comprender que un bosque no gestionado no solo es más vulnerable al fuego, sino que pierde su función como ecosistema, regulador hídrico y fuente de biodiversidad. Solo con un enfoque integral que combine la vertiente ambiental, social y económica será posible reducir el riesgo de incendios incontrolables en Galicia y en el resto del país.