Peligros de la IA en consultas psicológicas: sesgos, pérdida de privacidad y errores de juicio

Su uso en terapia ofrece ventajas, aunque plantea riesgos por el manejo de datos y la falta de comprensión emocional

La expansión de las aplicaciones de inteligencia artificial (IA) en la práctica psicológica está transformando el modo en que se evalúan, documentan y acompañan los procesos terapéuticos. Desde sistemas que analizan patrones lingüísticos hasta algoritmos que predicen riesgos clínicos, la IA abre oportunidades de innovación y eficiencia. Sin embargo, su integración también plantea dilemas éticos y profesionales que exigen reflexión y regulación.

Con el fin de orientar este proceso, la American Psychological Association (APA) ha publicado el documento Ethical Guidance for AI in the Professional Practice of Health Service Psychology, una guía destinada a apoyar a los profesionales de la salud mental que incorporan herramientas basadas en IA en su trabajo. El Consejo General de la Psicología de España ha destacado su relevancia y la necesidad de adaptar estas recomendaciones al contexto europeo.

  1. Transparencia y consentimiento informado: el derecho a saber
  2. Sesgos y equidad: cuando los algoritmos no son neutrales
  3. Privacidad y seguridad: proteger los datos sensibles
  4. Exactitud y fiabilidad: el riesgo de las “alucinaciones”
  5. Supervisión humana y responsabilidad profesional
  6. Competencia profesional y actualización constante
  7. Adaptación al marco europeo

Transparencia y consentimiento informado: el derecho a saber

Uno de los principios centrales de la guía es la transparencia. Los pacientes deben conocer cuándo y cómo se emplean sistemas de IA durante la evaluación o el tratamiento. Esto incluye explicar qué tipo de herramienta se usa, cuáles son sus capacidades y limitaciones, qué datos recoge y con qué fines.

El consentimiento informado debe ser claro y accesible, garantizando que el paciente pueda negarse a participar en procesos automatizados o retirar su autorización en cualquier momento. Este principio protege la autonomía y la confianza, pilares fundamentales de la relación terapéutica.

Sesgos y equidad: cuando los algoritmos no son neutrales

La IA no está exenta de reproducir sesgos humanos. Si los datos de entrenamiento reflejan desigualdades de género, etnia, clase o idioma, los resultados también lo harán. APA advierte que los sistemas de IA pueden acentuar prejuicios y generar diagnósticos discriminatorios si no se supervisan adecuadamente.

Por ello, se recomienda que los profesionales evalúen si los sistemas han sido validados con poblaciones diversas, revisen constantemente los resultados y elijan herramientas que implementen estrategias activas de reducción de sesgos. El juicio crítico y la intervención humana siguen siendo indispensables para garantizar la equidad en la práctica psicológica.

Privacidad y seguridad: proteger los datos sensibles

El manejo de información clínica mediante IA implica riesgos significativos de filtración, uso indebido o reidentificación de datos personales. APA insiste en que los psicólogos deben utilizar sistemas encriptados y auditados, verificar las políticas de tratamiento de datos de los proveedores tecnológicos y cumplir las normativas de protección de datos vigentes, como la Ley Orgánica 3/2018 en España.

Asimismo, los pacientes deben conservar el control sobre qué información comparten y con quién. En un contexto donde algunas herramientas de IA no cumplen aún con los estándares europeos de privacidad, esta precaución es esencial.

Exactitud y fiabilidad: el riesgo de las “alucinaciones”

Las denominadas alucinaciones de la IA —errores o invenciones en la generación de información— representan un desafío para la práctica profesional. APA advierte que los psicólogos no deben asumir que las respuestas automatizadas son correctas. Se requiere una evaluación crítica constante, documentación precisa del uso de IA y una revisión humana de cada resultado.

La tecnología puede ayudar a analizar grandes volúmenes de datos o generar informes preliminares, pero las decisiones clínicas o diagnósticas deben seguir siendo responsabilidad del profesional.

Supervisión humana y responsabilidad profesional

El documento es claro: la IA no sustituye el juicio clínico. Su función es apoyar, no dictar las decisiones terapéuticas. Los y las psicólogas deben revisar las recomendaciones generadas por los sistemas automatizados, adaptarlas a su contexto y asumir plena responsabilidad ética y legal por los resultados.

En entornos formativos, los supervisores deben enseñar un uso crítico y ético de la IA, fomentando una práctica profesional que combine innovación con responsabilidad.

Competencia profesional y actualización constante

La rápida evolución tecnológica exige una formación continua en el uso ético y técnico de la IA. Los profesionales deben conocer los límites de cada herramienta, mantenerse al día en materia de regulación y participar en el desarrollo de buenas prácticas dentro de la comunidad profesional.

La guía también subraya la necesidad de exigir transparencia y rendición de cuentas a los desarrolladores de software, asegurando trazabilidad, mecanismos de corrección y auditoría de los sistemas empleados.

Adaptación al marco europeo

En Europa, la aplicación de estas orientaciones requiere tener en cuenta las leyes específicas de protección de datos y las normativas profesionales vigentes. Es recomendable incluir en el consentimiento informado cláusulas específicas sobre el uso de IA, ofrecer siempre la posibilidad de rechazar su empleo y verificar que las herramientas cumplen los requisitos del Reglamento General de Protección de Datos (GDPR).

El objetivo no es limitar la innovación, sino asegurar que esta se realice de manera compatible con los derechos digitales, la confidencialidad y la confianza del paciente.

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