Los satélites Starlink caen sin control y ya preocupan a los científicos

Hasta cuatro satélites Starlink reentran cada día en la atmósfera terrestre. Lo que para SpaceX es parte del plan, para los científicos representa un riesgo ambiental y operativo creciente.

Los expertos advierten que la desintegración incompleta de los aparatos ya está dejando huellas medibles en el aire y el suelo. Y con miles de unidades en órbita, el problema apenas empieza.

Project Kuiper Amazon
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Desde su presentación en 2019, la constelación Starlink —desarrollada por SpaceX, la empresa aeroespacial de Elon Musk— se ha convertido en la red satelital más grande de la historia. Su objetivo es ofrecer conexión de alta velocidad incluso en los puntos más remotos del planeta. Pero esa ambición tecnológica conlleva un desafío inesperado: cada día, varios de esos satélites caen de forma controlada o accidental hacia la Tierra.

Según el astrofísico Jonathan McDowell, del Centro Harvard-Smithsonian para Astrofísica, hasta cuatro satélites Starlink reentran a diario. En teoría, se trata de un proceso planificado: los aparatos agotan su combustible tras unos cinco años de servicio y se desintegran al contacto con la atmósfera. En la práctica, algunos fragmentos sobreviven a la fricción y alcanzan la superficie.

En 2024, un trozo de 2,5 kilogramos impactó sobre una granja canadiense, marcando el primer caso documentado de restos Starlink en tierra. El hecho impulsó a SpaceX a revisar materiales y procedimientos, pero la escala del proyecto —más de 6.000 satélites activos y planes para llegar a 42.000— complica cualquier garantía de seguridad total.

La rotación permanente de Starlink

Dato técnico Detalle
Número de satélites operativos 6.000+ (octubre 2025)
Reentradas diarias 3–4 satélites cada 24 horas
Objetivo 2030 Hasta 42.000 unidades en órbita baja

El diseño de Starlink incluye un sistema de renovación continua: los satélites envejecidos utilizan su propulsor de iones para descender y destruirse. “La idea es que nada quede flotando como basura espacial”, explica McDowell. Sin embargo, los análisis recientes del Center for Space Standards confirman que algunos restos de aluminio y titanio no se vaporizan del todo y alcanzan la superficie con velocidad letal.

Contaminación en capas altas

El proceso de reentrada libera grandes cantidades de óxido de aluminio, una sustancia que puede reaccionar con la capa de ozono y alterar la dinámica térmica de la estratosfera. Un estudio del National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) estima que si el ritmo de desintegraciones se mantiene, la concentración de nanopartículas podría aumentar un 400 % antes de 2030.

El fenómeno preocupa especialmente a la Agencia Espacial Europea (ESA), que en junio de 2025 advirtió sobre la necesidad de establecer límites internacionales a las reentradas programadas. “El espacio cercano a la Tierra se ha convertido en un ecosistema crítico”, declaró un portavoz del programa Clean Space desde París.

Riesgo de colisiones y síndrome de Kessler

Más allá de los fragmentos que llegan al suelo, el peligro se multiplica en órbita. Cada colisión o desprendimiento genera miles de fragmentos que pueden chocar con otros satélites. Este efecto dominó, conocido como síndrome de Kessler, podría dejar inutilizable la órbita baja terrestre durante años.

Los cálculos de la NASA indican que si la densidad de objetos supera los 0,01 por kilómetro cúbico, la cadena de impactos sería imparable. En 2025, el umbral ya se ha sobrepasado en varias franjas orbitales. Y aunque SpaceX sostiene que todos sus satélites disponen de propulsión autónoma de evasión, los registros del Space-Track.org muestran más de 240 maniobras de emergencia en lo que va de año.

Una cuestión global, no solo técnica

Los científicos coinciden: el problema ya no es de ingeniería, sino de gestión internacional. A falta de un tratado vinculante, cada empresa decide cuántos satélites lanza y cómo los retira. “Es como si miles de coches circularan sin semáforos”, ejemplificó la investigadora española María Teresa Sanz, del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA).

SpaceX defiende que sus nuevos modelos —la versión V3 Mini— usan materiales de combustión total y sistemas de autodestrucción térmica. Pero incluso con esas mejoras, los científicos del MIT alertan de que el volumen total de material que reentra cada año supera ya las 600 toneladas.

El desafío ambiental de la nueva carrera espacial

El crecimiento exponencial de constelaciones privadas no se limita a Starlink. Amazon prepara su red Project Kuiper y China impulsa la constelación Guowang. La saturación de la órbita baja se está convirtiendo en un nuevo frente de debate sobre sostenibilidad espacial.

El cielo nocturno —que durante siglos fue símbolo de exploración y progreso— empieza a reflejar luces fugaces que no son estrellas. Los astrónomos denuncian que la contaminación lumínica de las mega-constelaciones altera observaciones científicas y desvirtúa incluso los datos del James Webb Telescope.

Desde la ONU se trabaja en un marco normativo para 2026 que limite el número de satélites activos por operador. Pero mientras tanto, cada día caen fragmentos que recuerdan que el futuro de las telecomunicaciones globales está, literalmente, lloviendo sobre nosotros.